- ¿Que pasaría si una noche por accidente terminas colándote en la caravana de un grupo famoso?.
Pues eso es precisamente lo que le sucede a la protagonista de esta historia, Anna.
Tras escapar de su vida, enterrar los recuerdos y el pasado, Anna decide dar vida a June y empezar de cero siendo otra persona. Lo que más desea es ser invisible y rehacer su vida. Pero lo que menos se esperaba es que terminaría en una caravana con un grupo de chicos famosos. Un grupo donde para ella nada volverá a ser igual, sobre todo cuando termina enamorandose de uno de ellos.
Tras escapar de su vida, enterrar los recuerdos y el pasado, Anna decide dar vida a June y empezar de cero siendo otra persona. Lo que más desea es ser invisible y rehacer su vida. Pero lo que menos se esperaba es que terminaría en una caravana con un grupo de chicos famosos. Un grupo donde para ella nada volverá a ser igual, sobre todo cuando termina enamorandose de uno de ellos.
CAPÍTULO 1
(La música que dejaré, es la que escuchaba al escribir)
Llevaba días
conduciendo. Días en los que la lluvia me había acompañado sin darme
apenas una tregua. De acompañante en mi viaje, estaba mi maleta. Una
pesada y robusta. Muy robusta, había metido a presión todo lo que me
había dado tiempo guardar antes de escaparme de casa. Antes de emprender
un viaje sin rumbo fijo. Un viaje del que no estaba muy segura, pero si
de algo lo estaba al cien por cien, es que de cada paso que diese nunca
volvería mi vista atrás. No me importaba lo que dejaba a mi paso, es
más, lo único que quería era olvidarlo.
Había dejado atrás mi ciudad natal, una vida llena de lamentos, para adentrarme en un infinito tramo de carreteras interminables donde los paisajes tetricos adornaban todo mi camino. No había podido coger mucho dinero, asique me limitaba a gastar lo esencial hasta que pudiese llegar a un lugar donde reestablecerme y poder conseguir trabajo. Había tirado el telefono movil por la ventanilla mientras conducía a gran velocidad, se trataba de desaparecer y si quería hacerlo tenía que hacerlo bien. Asique eso implicaba a todo aquel que me conociese.
Me había pasado tres días seguidos en el mismo pueblo perdido de la mano de dios, me había alojado en un motel destartalado donde la electricidad era pésima, pero no me importaba, solo era cuestión de que el mal tiempo y las lluvias cesasen y desaparecería de allí. El primer día había comprado en la tienda más cercana todo tipo de artilugios para crearme una imagen nueva, una imagen que nadie recordaría ni reconocería. El segundo día, tras haberme comprado un estilo completamente diferente de ropa, me había sentado delante de un espejo al cual le faltaban varios trozos con unas tijeras en la mano. Había decidido que al igual que mi aspecto cambiaba, también mi extensa melena desaparecería. No era peluquera, no tenía ni pajolera idea de lo que terminaría haciendome, asique opté por improvisar. Terminé cortando mechón a mechón hasta que pasó de llegarme por media espalda, hasta los hombros. El tercer paso era eliminar todo resto castaño que hubiese, asique agarré de aquella tienda un paquete decolorante y un tinte rubio oscuro. Me tiré un buen rato liada con la tarea hasta que finalmente me había aplicado todo el tinte en la cabeza. El resultado fue mejor de lo que esperaba, no solo parecía otra, si no que no reconocía a la chica que me devolvía la mirada en el espejo. A pesar de las ojeras, de todo lo que arrastraba, me gustaba el cambio, era diferente. El tercer día rebusqué entre mis cosas, hayando los documentos que acrecidataban que Anna ya no existía, tenía varios papeles con distintos nombres. Sarah, Kimberly o June. Todos por supuesto, eran falsos. Había estado dispuesta a pagar por aquellos documentos. Mientras encendía la chimenea de aquella habitación supe que me quería llamar June. Quemé todo lo que Anna había llevado en la maleta y le daba la bienvenida a June. Mientras admiraba el cambio, daba gracias a que aquel sitio no era muy frecuentado, por que si la mujer de recepción me hubiese preguntado el nombre no hubiese sabido que responder.
El cuarto día al alba ya había abandonado el motel. Conducía a gran velocidad y el tiempo no podía ser más agradable. El sol quemaba parcialmente mi rostro, que iba cubierto por un sombrero que había comprado en una tienda de souvenirs. Y justo cuando todo empezaba a ir bien, el coche empezó a sonar de forma extraña, continué conduciendo pese a todo, hasta que el resultado fue de lo más previsible. Me quedé tirada en una carretera. La mala noticia era la ausencia de telefonía y la buena, que no muy lejos de donde me encontraba, si caminaba a buen ritmo, llegaría a una ciudad. Pequeña, pero al fin y al cabo, una ciudad. Agarré mi maleta agradeciendome mentalmente por haber escogido la que tenía ruedas y comencé a andar por el arcen. Tras lo que podría haber sido perfectamente una hora y media andando, llegué a mi destino. No me importaba el coche. Estaba tan cansada y tan hambrienta que mi primera parada fue en un bar que había vislumbrado nada más llegar. Caminé hasta el y tras abrir la puerta malamente, me desplacé a una mesa cercana a una ventana. No me fijé bien en lo que pasaba hasta que no me había sentado, al alzar la vista, varias chicas que rondaban mi edad se agrupaban histericas en varias mesas del fondo. Algunas de ellas iban pintadas con frases negras en los brazos, enarqué una ceja sin terminar de entenderlo muy bien y entonces una camarera de mediana edad se paró en mi mesa.
-Están como locas con el grupo ese que viene esta noche.-Enarqué aún más mis cejas cuando la mujer respondió a algo que evidentemente pensaba. Al darse cuenta de que en cierto modo aquello no me importaba sonrió y agarró su libretita.-¿Quieres algo para tomar?.
-Un zumo de pomelo con mucho hielo por favor.-Respondí cortésmente.-¿Perdone?.-Murmuré sin darme cuenta de que había transformado un pensamiento en una pregunta, entonces la mujer que ya estaba haciendo el amago de irse, se giró y me prestó toda la atención del mundo.-¿De que grupo se trata?.-La mujer sonrió mientras estiraba los pliegues de su mandil.
-One direction.-Respondió. Traté de que mi rostro no se convirtiese en una mueca, pero no tenía ni idea de quienes eran. En cuestiones de tendencias musicales no anda muy en la onda.
-Gracias.-Murmuré y entonces la mujer se fue. Tras traerme el zumo, me quedé observando como las chicas cantaban letras desordenadas de lo que suponía sería ese grupo, me bebí el zumo y tras descansar un poco salí de allí maleta en mano. Miré mi bolso, sabía que el dinero que llevaba no era ni de coña suficiente. Los sitios de hospedaje de allí no eran moteles de mala muerte, eran hoteles donde las estrellas eran líneas de cuatro. Y claro, con mi reducido presupuesto la mejor opción era dormir en cualquier portal de cualquier edificio. Me dediqué a buscar lugares de hospedaje, y cuando quise darme cuenta la noche se me había echado encima. Estaba tan cansada y abrumada que las ganas de llorar se estaban volviendo horrorosas. Cuando creía que había fallado en mi intento de volver a empezar, entonces vi una carabana. Aparentemente parecía que estaba deshabitada por lo lejos que se encontraba, las luces estaban apagadas y su aspecto no era muy bueno, al menos por fuera. Caminé arrastrando mi maleta y tras tocar el picaporte, la puerta se abrió. Podría haberme cortado, podría haberme marchado, ya que entrar en un lugar así como así sin saber si pertenecía a alguien no estaba bien, y eso era un claro allamiento. Pero solo quería descansar aunque fuese un ratito. Entré y aunque todo estaba oscuro, se vislumbraba a la perfección. Dejé la maleta en la misma puerta y caminé hasta lo que parecía ser una cama, había un reloj. Media hora y me largo, me dije a mi misma. Tras echarme en el colchón caí rendida.
No sabía cuanto tiempo había pasado, había escuchado un estruendo y cuando quise abrir los ojos, tenía a dos chicos mirandome como si fuese un proyecto de ciencias. Uno rubio y otro con el pelo negro. Me incorporé asustada y tiré de las sabanas.
Había dejado atrás mi ciudad natal, una vida llena de lamentos, para adentrarme en un infinito tramo de carreteras interminables donde los paisajes tetricos adornaban todo mi camino. No había podido coger mucho dinero, asique me limitaba a gastar lo esencial hasta que pudiese llegar a un lugar donde reestablecerme y poder conseguir trabajo. Había tirado el telefono movil por la ventanilla mientras conducía a gran velocidad, se trataba de desaparecer y si quería hacerlo tenía que hacerlo bien. Asique eso implicaba a todo aquel que me conociese.
Me había pasado tres días seguidos en el mismo pueblo perdido de la mano de dios, me había alojado en un motel destartalado donde la electricidad era pésima, pero no me importaba, solo era cuestión de que el mal tiempo y las lluvias cesasen y desaparecería de allí. El primer día había comprado en la tienda más cercana todo tipo de artilugios para crearme una imagen nueva, una imagen que nadie recordaría ni reconocería. El segundo día, tras haberme comprado un estilo completamente diferente de ropa, me había sentado delante de un espejo al cual le faltaban varios trozos con unas tijeras en la mano. Había decidido que al igual que mi aspecto cambiaba, también mi extensa melena desaparecería. No era peluquera, no tenía ni pajolera idea de lo que terminaría haciendome, asique opté por improvisar. Terminé cortando mechón a mechón hasta que pasó de llegarme por media espalda, hasta los hombros. El tercer paso era eliminar todo resto castaño que hubiese, asique agarré de aquella tienda un paquete decolorante y un tinte rubio oscuro. Me tiré un buen rato liada con la tarea hasta que finalmente me había aplicado todo el tinte en la cabeza. El resultado fue mejor de lo que esperaba, no solo parecía otra, si no que no reconocía a la chica que me devolvía la mirada en el espejo. A pesar de las ojeras, de todo lo que arrastraba, me gustaba el cambio, era diferente. El tercer día rebusqué entre mis cosas, hayando los documentos que acrecidataban que Anna ya no existía, tenía varios papeles con distintos nombres. Sarah, Kimberly o June. Todos por supuesto, eran falsos. Había estado dispuesta a pagar por aquellos documentos. Mientras encendía la chimenea de aquella habitación supe que me quería llamar June. Quemé todo lo que Anna había llevado en la maleta y le daba la bienvenida a June. Mientras admiraba el cambio, daba gracias a que aquel sitio no era muy frecuentado, por que si la mujer de recepción me hubiese preguntado el nombre no hubiese sabido que responder.
El cuarto día al alba ya había abandonado el motel. Conducía a gran velocidad y el tiempo no podía ser más agradable. El sol quemaba parcialmente mi rostro, que iba cubierto por un sombrero que había comprado en una tienda de souvenirs. Y justo cuando todo empezaba a ir bien, el coche empezó a sonar de forma extraña, continué conduciendo pese a todo, hasta que el resultado fue de lo más previsible. Me quedé tirada en una carretera. La mala noticia era la ausencia de telefonía y la buena, que no muy lejos de donde me encontraba, si caminaba a buen ritmo, llegaría a una ciudad. Pequeña, pero al fin y al cabo, una ciudad. Agarré mi maleta agradeciendome mentalmente por haber escogido la que tenía ruedas y comencé a andar por el arcen. Tras lo que podría haber sido perfectamente una hora y media andando, llegué a mi destino. No me importaba el coche. Estaba tan cansada y tan hambrienta que mi primera parada fue en un bar que había vislumbrado nada más llegar. Caminé hasta el y tras abrir la puerta malamente, me desplacé a una mesa cercana a una ventana. No me fijé bien en lo que pasaba hasta que no me había sentado, al alzar la vista, varias chicas que rondaban mi edad se agrupaban histericas en varias mesas del fondo. Algunas de ellas iban pintadas con frases negras en los brazos, enarqué una ceja sin terminar de entenderlo muy bien y entonces una camarera de mediana edad se paró en mi mesa.
-Están como locas con el grupo ese que viene esta noche.-Enarqué aún más mis cejas cuando la mujer respondió a algo que evidentemente pensaba. Al darse cuenta de que en cierto modo aquello no me importaba sonrió y agarró su libretita.-¿Quieres algo para tomar?.
-Un zumo de pomelo con mucho hielo por favor.-Respondí cortésmente.-¿Perdone?.-Murmuré sin darme cuenta de que había transformado un pensamiento en una pregunta, entonces la mujer que ya estaba haciendo el amago de irse, se giró y me prestó toda la atención del mundo.-¿De que grupo se trata?.-La mujer sonrió mientras estiraba los pliegues de su mandil.
-One direction.-Respondió. Traté de que mi rostro no se convirtiese en una mueca, pero no tenía ni idea de quienes eran. En cuestiones de tendencias musicales no anda muy en la onda.
-Gracias.-Murmuré y entonces la mujer se fue. Tras traerme el zumo, me quedé observando como las chicas cantaban letras desordenadas de lo que suponía sería ese grupo, me bebí el zumo y tras descansar un poco salí de allí maleta en mano. Miré mi bolso, sabía que el dinero que llevaba no era ni de coña suficiente. Los sitios de hospedaje de allí no eran moteles de mala muerte, eran hoteles donde las estrellas eran líneas de cuatro. Y claro, con mi reducido presupuesto la mejor opción era dormir en cualquier portal de cualquier edificio. Me dediqué a buscar lugares de hospedaje, y cuando quise darme cuenta la noche se me había echado encima. Estaba tan cansada y abrumada que las ganas de llorar se estaban volviendo horrorosas. Cuando creía que había fallado en mi intento de volver a empezar, entonces vi una carabana. Aparentemente parecía que estaba deshabitada por lo lejos que se encontraba, las luces estaban apagadas y su aspecto no era muy bueno, al menos por fuera. Caminé arrastrando mi maleta y tras tocar el picaporte, la puerta se abrió. Podría haberme cortado, podría haberme marchado, ya que entrar en un lugar así como así sin saber si pertenecía a alguien no estaba bien, y eso era un claro allamiento. Pero solo quería descansar aunque fuese un ratito. Entré y aunque todo estaba oscuro, se vislumbraba a la perfección. Dejé la maleta en la misma puerta y caminé hasta lo que parecía ser una cama, había un reloj. Media hora y me largo, me dije a mi misma. Tras echarme en el colchón caí rendida.
No sabía cuanto tiempo había pasado, había escuchado un estruendo y cuando quise abrir los ojos, tenía a dos chicos mirandome como si fuese un proyecto de ciencias. Uno rubio y otro con el pelo negro. Me incorporé asustada y tiré de las sabanas.
-¿¡Quienes sois!?.-Exclamé. Los chicos se miraron entre sí con una expresión de lo más confusa, como si de alguna forma yo debiese saber quienes eran.
-No perdona, eso deberíamos preguntartelo a ti.-Murmuró un chico rubio con unos enormes ojos azules. Lo miré fulminandolo pero tenía razón, allí la intrusa era yo. Me levanté de la cama con muy malos humos, cosa estupida. Basicamente por que los enfadados debían ser ellos. Pero me sentía tan violenta que no sabía ni que decir.
-¡Da igual, me largo!.-Chillé. Tras caminar por lo que parecía un pequeño pasillo, me llevé por delante a otro chaval que acababa de entrar, éste a diferencia de los otros, disponía de un pelo castaño, alborotado en varios bucles que le caían por la frente.
-¿Quien cojones es esta?.-Preguntó con mucho desagrado mientras se apartaba de mi con muy malos modales. Lo miré fijamente pero éste ni si quiera me miraba, miraba a sus amigos.-¿Una fan?.-¿Pero quien cojones se pensaba ese tio que era?. Le medio empujé apartandolo de mi camino.
-Yo no soy ninguna fan. Y ya he pedido disculpas por meterme aquí, asique me voy.-Contesté y entonces el chico rubio que anteriormente me había sobresaltado atravesó la puerta, dejando al chico de pelo rizado a un lado.
-Si no tienes donde quedarte, puedes quedarte aquí.-Murmuró de forma amable. Me giré brevemente mientras agarraba la maleta y escuché como el chico moreno que salía de la habitación lo hacía resoplando. No fue mucho menos la reacción del chico del pelo rizado. Éste se cruzó de brazos y lo miró poniendo los ojos en blanco.
-Niall...-Susurró el ricitos de forma casi rutinaria, como si aquella situación sucediese con frecuencia.-...no podemos alojar a todas las tias medio monas que ves.-Me miró fugazmente.-...no te ofendas.-Enarqué una ceja. Ese tio era gilipollas.
-No le hagas caso por que eso no sucede.-Alegó el chico a modo de disculpa.-... y en serio, si no tienes donde ir puedes quedarte todo el tiempo que quieras.
-Niall, no es por cortarte el rollo, pero tio... ¿como va a quedarse?.-¿Se daba alguno de ellos que estaba delante?.-... no sé si eres consciente... pero nuestro ritmo de vida no nos permite llevar con nosotros a nadie y menos a una chica de la cual no sabemos nada.-Añadió el chico moreno. No sabía que ritmo de vida tenían, pero lo que decía tenía cierta coherencia. No me conocían tanto como para acogerme.
-Mira en serio muchas gracias, pero dejalo, podré arreglarmelas.-Añadí sonriendo al tal Niall, al menos él era amable. Caminé tirando de mi maleta hacia fuera de la carabana. Cuando quise salir me quedé flipada. Todo estaba lleno de carabanas iguales o más grandes que en la que me había metido. Eso y un montón de tios enormes alrededor. Me quedé en uno de los escalones y entonces la desagradable voz del ricitos inrrumpió el silencio.
-La chica es coherente, deja que se largue y nos deje en paz. Tenemos demasidos asuntos más importantes que prestar atención a una fan.-Iba a largarme pero me giré en el mismo escalón donde estaba y lo miré.
-Eres un repelente. No te preocupes que ya me voy, y que quede claro que yo no soy fan de nadie y mucho menos tuya.-Imbecil. Dicho aquello salí hacia afuera mientras ellos parecían discutir dentro. Miré como si de una premonición se tratase al cielo, y entonces una gota de lluvia se estampó contra mi mejilla. Mierda, mierda, ¡MIERDA!. Detrás de esa gota vinieron miles más. Salí corriendo y terminé refugiada bajo una especie de toldo de una de las carabanas.
Anna eres imbecil. Murmuré una y otra vez, entonces en frente de mi, en aquella destartalada carabana tres cabezas se asomaron por una ventana. Distinguí entre ellos al imbecil, pero rápido se metió dentro. Al cabo de unos segundos para mi sorpresa, el chico moreno abrió la puerta y me llamó como buenamente pudo. Me mostré reaccia a hacerle caso, pero los buenos modales del chico rubio hicieron que me lo plantease, y más cuando al ver que el moreno no lo lograba, salió para ayudarle. Tras unos largos minutos de reflexión decidí que lo más sensato dadas las circunstancias era ir con ellos. Quizás estaba loca por meterme en un sitio lleno de tios, pero algo me decía que aquello no podía ser peor de donde yo me había escapado. Corrí hacia la carabana de ellos y me calé todo el pelo y parte del vestido, al llegar el moreno me tendió una mano para subir y agarró mi maleta.
Subimos de nuevo hacia dentro y al entrar el tio con mal genio estaba tirado en lo que vendría a ser el sofá. No le presté mucha atención, no me había caido nada bien.
-Perdona lo de antes, es que no estamos acostumbrados a este tipo de situaciones. Eres la primera chica que se cuela aquí y bueno... con tanta vigilancia eso nunca nos había pasado.-El chico moreno estaba algo avergonzado al decirlo. Sonreí ligeramente. No entendía a que se debía tanta vigilancia de la que hablaba. Estiró la mano en mi dirección y lo miré confusa.-Me llamo Zayn, pero puedes llamarme Zan.-Le correspondí a su saludo estrechandole la mano.-Y bueno ya conoces un poco a Niall.-Sonreí timidamente y éste asintió con la cabeza.-.... y éste tio que anda tirado con su inseparable libreta es Harry, aunque todos le llamamos Styles.-Ni si quiera nos miró, puse los ojos en blanco. ¿Podía ser más desagradable?. Desvié la mirada hacia los dos chicos y entré del todo en el interior, dejando la maleta en un lado donde no molestase y sacudiendome ligeramente el pelo con la mano.
-Encantada chicos, yo me llamo...-June. Me llamo June.-... June.
-Bonito nombre.-Respondió Niall. Sonreí mientras me sentaba en el mini sofá, lejos de Harry y de sus largas piernas.
-Gracias.-Murmuré mientras me secaba parcialmente el pelo con la mano.
-Oye...-Niall parecía ligeramente avergonzado ya que sus mejillas se estaban coloreando ligeramente.-....en serio... ¿en serio que no nos conoces?.-Me quedé mirandolo fijamente hasta que finalmente mi mirada se paseó de Niall a Zan, pasando por Harry, quien ni si quiera nos prestaba atención.
-Pues yo... no. Lo siento.-Ahora la avergonzada era yo.-... perdonad mi ignoracia, pero.. ¿sois famosos o algo?.-Fue hacer aquella pregunta y acordarme del grupo de chicas que había visto aquella mañana en el bar canturreando letras sin sentido alguno. Eran ellos. Ellos eran grupo que había venido a tocar. En ese mismo instante mis mejillas fueron las que también tomaron una tonalidad rojiza.
-Creo que ya debe saber quienes somos... ¿No? aunque si quieres podemos jugar a frío y caliente para ver si lo adivinas....-Añadió Harry de repente. Levantando ligeramente su mirada de la libreta. Al hacerlo nuestros ojos se encontraron por primera vez y una descarga recorrió mi columna vertebral. Eran los ojos más verdes que había visto nunca. Mis ganas de querer mandarlo a la mierda se vieron reducidas a polvo al notar su mirada en mi.